La oruga procesionaria del pino (conocida científicamente como Thaumetopoea pityocampa) ha vuelto a aparecer con notable intensidad en diversas regiones de la península, según recoge la publicación especializada Jara y Sedal. Este lepidóptero, característico por sus largas hileras de orugas en el suelo y los nidos sedosos que construye en las ramas de los pinos, se convierte en un serio riesgo para la salud tanto de las personas como de los animales domésticos, especialmente los perros de caza.
Por qué afecta a la actividad cinegética
En el ámbito de la caza, la presencia de la procesionaria puede suponer un contratiempo de gran importancia. Las orugas poseen numerosos pelos urticantes, casi imperceptibles a simple vista, que pueden desprenderse y permanecer en el entorno. Para los perros de caza, el peligro aumenta cuando los animales se acercan a olfatear o a morder las orugas, puesto que estos pelos pueden ocasionarles inflamaciones graves en el hocico, la lengua e incluso provocar reacciones alérgicas severas que, en casos extremos, derivan en shock anafiláctico.
Incidencia en el ecosistema y la salud humana
Los efectos perjudiciales de la procesionaria no se limitan a los perros. Para el ecosistema, la defoliación de los pinos causada por las orugas se traduce en debilitamiento de los árboles y mayor vulnerabilidad a plagas o enfermedades. Además, las personas que pasen tiempo en el monte –ya sea cazando, paseando o trabajando– pueden experimentar síntomas como irritaciones en la piel, conjuntivitis o problemas respiratorios si llegan a entrar en contacto con los pelos urticantes liberados por las orugas.
Factores de proliferación y precauciones
Expertos citados por Jara y Sedal apuntan que las condiciones climáticas de inviernos más suaves favorecen la proliferación de la procesionaria, que tiende a descender de los árboles en busca de temperaturas más elevadas. Por ello, los cazadores deben extremar las precauciones y vigilar las zonas de caza: se recomienda mantener a los perros bajo supervisión, reconocer la presencia de nidos sedosos en la copa de los pinos y, en caso de detectar orugas en el suelo, alejar a los animales de la zona para evitar el contacto directo.
Recomendaciones finales
Para afrontar este fenómeno, resulta esencial la colaboración de todo el sector cinegético y de las administraciones competentes. Se sugiere a los cazadores y gestores de cotos contactar con profesionales en control de plagas y, si un perro muestra signos de haber tocado o ingerido alguna oruga, llevarlo al veterinario de inmediato. Con estas medidas de precaución, se espera minimizar el impacto de la procesionaria del pino y garantizar la seguridad de los perros de caza, así como la salud de quienes disfrutan de la actividad cinegética en plena naturaleza.